El acto de [...] entraña un desprenderse del mundo, algo así como arrojarse al vacío. Ya está sólo/a el/la [...]. Debe ponerlo todo en entredicho incluso él/la mismo/a (ocurren dos cosas 1. todo se evapora. 2. Todo se cierra) En ambos casos el/la [...] se queda solo/a, sin mundo en qué apoyarse. Es la hora de crear de nuevo el mundo. Pero las palabras también se han cerrado, también se han fugado.
Apropiación: Octavio Paz, Los signos en rotación y otros ensayos, Madrid, Alianza Editorial, 1971, La revelación poética, La inspiración, pág. 176
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